Al leer La Divina Comedia de Dante Alighieri es inevitable encontrarnos con que los filósofos medievales como San Agustín de Hipona y otros renacentistas como Pico, Ficino y Petrarca pueden ser leídos dentro de sus páginas, ya que, por un lado nos encontramos con una obra que no está escrita en latín, lo cual es inusual para la época en donde la filosofía siempre se relacionaba con el latín, no obstante, para estos tiempo los autores renacentistas ya sentían la necesidad de aprender otros idiomas, para lo cual, específicamente esta obra fue un punto de quiebre en ese sentido. Por otro lado los autores ya no quieren hablar de cosas abstractas, sino de cosas que pueden experimentar; y las preocupaciones metafísicas son puestas un nivel debajo de las preocupaciones morales, tal como Petrarca recalca al insistir en la filosofía moral con resonancia cristiana en busca de una vida beatifica para la salvación del alma; tema que sin duda está reflejado a los largo de la obra de Dante y en cada uno de los círculos del infierno; sin dejar de lado la profunda relación con la cristiandad que se vive en aquel contexto sociocultural. Otro de los factores generales que engloba la obra se ve plasmado en la estructura descendente del mundo relatado por los poetas Dante y Virgilio, ya que nos pintan un mundo que van desde arriba en el cielo con seres divinos, para bajar a un punto medio donde se encuentra la tierra con los mortales y bajando hacia los pecadores que van descendiendo en cada círculo según sus penitencias, con ello introduzco la idea de Ficino respecto a las jerarquías, en las cuales señala que el universo es una gran estructura en la que cada ser ocupa su lugar y tiene su grado de perfección empezando por Dios en la cima. Así que en el presente ensayo me doy a la tarea de encontrar los destellos de dichos pensamientos dentro de algunos de los cantos y círculos del infierno que dividen la Divina Comedia.
Para empezar hay que hablar de la visión trascendentalista cristiana que considera al cuerpo como un instrumento, lo cual nos lleva a la idea de que se podía traspasar del ámbito terrenal y alcanzar una existencia material en la otra vida; de ahí que vemos los cuerpos materiales de los pecadores en cada uno de los círculos del infierno a lo largo del recorrido de Dante y Virgilio; de hecho el dogma de fe era que Cristo y María también estaban con su forma corporal en el cielo esperando al resto de los mortales, quienes unirían sus cuerpos a sus almas; ya sea para vivir el privilegio de compartir el paraíso o para vivir en sufrimiento en el infierno.
En el Segundo Canto se hace mención de que la fe es un principio del camino a la salvación cuando Dante siente miedo y Beatriz manda ayuda por compasión y ofreciéndole su amor celestial. Esto remite a San Agustín cuando escribe sus Confesiones, no para confesarse ante Dios, quien ya sabe todo lo que San Agustín pueda decir, sino para guiar a aquellos que lo lean e invitarlos a un camino del bien que conduce a Dios, aun cuando la iluminación y el contacto directo con Dios no están prometidos.
A la entrada del infierno, en el Tercer Canto, Dante se encuentra con los que penan por vivir su vida sin sentido, esto lo podemos trasladar en San Agustín con su idea de que el mal en realidad es la ausencia del bien, ya que para él no existe el mal y el pecado de los indiferentes es el pecado de la ausencia del bien para San Agustín de Hipona, debido a que en el cristianismo todo mundo puede retomar el camino correcto; pero ante la indiferencia, no toman un camino correcto, y aun cuando no cometan acciones perversas, simplemente comenten un pecado desde su esencia más básica, es decir, la ausencia del bien.
Durante el Cuarto Canto Virgilio muestra a Dante lo que es el Limbo del infierno, plagado de suspiros de una pena sin tormento; aquí cumplen su condena hombres, mujeres y niños que no pecaron, e incluso algunos de ellos si realizaron acciones benéficas en su vida, lo cual podría creerse que les traería méritos, sin embargo, al no haber sido bautizados, no pueden estar en contacto con Dios ni llegar a su paraíso. Respecto a ésta parte de la obra se puede ligar con las ideas de que para San Agustín el recién nacido ya está en pecado porque heredó el pecado original; lo cual se refuerza con un diálogo de Virgilio donde se sentencia: “Y si vivieron antes del cristianismo, no adoraron a Dios como debían”, es por ello que su pena consiste en vivir con el deseo sin esperanza.
Extendiendo el Limbo en el Cuarto Canto, nos encontramos con que ahí permanecen filósofos como Sócrates, Platón, Demócrito, Diógenes, Anaxágoras, Tales, Empédocles, Heráclito, Séneca y muchos más; pero ellos no están con el resto de los no bautizados, sino que están apartados en un prado verde y fresco, denotando que aun cuando no adoraron a Dios como debían, sí merecen un lugar especial, y ello me lleva a cómo es que el cristianismo intentó reconciliarse con la filosofía a la cual tenían como un enemigo, y justo esto ocurrió con San Agustín de Hipona, quien habló de hacer uso de la filosofía para sostener la retórica cristiana. No obstante, a pesar de la importancia que les dan, no son salvados y es durante éste canto que se hace hincapié en que dichos filósofos creían que el origen estaba en otros lados y no en Dios, uno de los tópicos por los cuales la iglesia no quería aceptar la enseñanza de la filosofía dentro de su teología. Retomando otro pensamiento para este mismo fragmento podemos hablar de Petrarca, quien pone a la religión en primer lugar sobre la filosofía y declara que “para filosofar verdaderamente deberás amar y reverenciar a Cristo sobre todo” y otra sentencia importante de Petrarca la encontramos aquí: “Ser un verdadero filósofo no es sino ser un verdadero cristiano”, declaraciones que denotan a Petrarca como precursor del humanismo cristiano.
Para el Quinto Canto donde ya nos situamos en el Segundo Círculo del infierno, Virgilio pronuncia que ahí se encuentran sufriendo los “pecadores carnales que sometieron la razón a sus lascivos apetitos” y entre los condenados está la “emperatriz de una multitud de pueblos donde se hablaban diferentes lenguas, y era tan dada al vicio de la lujuria que permitió en sus leyes todo lo que excitaba el placer”, y adentrado más en éste nivel del infierno, Dante sostiene una conversación con dos de las almas del segundo círculo destinado a los lujuriosos, donde se lee estas declaraciones: “Amor, que se apodera pronto de un corazón gentil, hizo que este se prendara de aquel hermoso cuerpo que me fue arrebatado de un modo que aún me atormenta. Amor, que no dispensa de amar al que es amado, hizo que me entregara vivamente al placer de que se embriagaba este , que como ves, no me abandona nunca. Amor nos condujo a la misma muerte. Caína espera al que nos arrancó la vida”.
Respecto a nuestra lectura filosófica del Quinto Canto, nos encontramos con un concepto que sin duda están plasmados en los pecados y tormentos de dichos círculo, el del cuerpo. La concepción del cuerpo en la Edad Media tardía refleja totalmente la ideología de la sociedad de aquellos tiempos, y para ello citaré el texto «Entre el cielo y el infierno. Cuerpo, religión y herejía en la Edad Media Tardía de Antonio Rubial García», donde expresa lo siguiente: “El cristianismo ortodoxo medieval (…) definió el papel del cuerpo dentro de una cosmovisión que había heredado mucho del dualismo persa”, y es aquí cuando encontramos que se contraponen las fuerzas que se distinguen entre bien y mal y se trasladan al ámbito humano con la oposición de alma-cuerpo. Sin embargo, el cristianismo no posicionó al cuerpo en sí como algo necesariamente malo, sino que la idea del pecado original trajo consigo el término carne como un enemigo potencial del alma y condenado por la iglesia. El cuerpo se convirtió en un instrumento para la salvación o la condenación del alma “En su negación y su sometimiento por medio del castigo estaba la solución para convertirlo en un aliado eficaz del bien; en cambio, los cuidados corporales excesivos y los deleites abundantes para los sentidos llevaban por el camino ancho de la perdición” (Entre el cielo y el infierno. Cuerpo, religión y herejía en la Edad Media Tardía de Antonio Rubial García), así que el cuerpo al ser el símbolo del pecado dependiendo de la presencia o ausencia de lo sexual, es cómo encaja en el segundo círculo del infierno, siendo castigados aquellos que se entregaron a los placeres del cuerpo mediante la carne y satanizándolo por su desbocado instinto. Lo mismo podemos leer en el Sexto Canto donde nos adentran al Tercer círculo del infierno dedicado a la gula, donde encontramos la satisfacción de un placer del cuerpo, aunque también es importante recalcar que no sólo se trata del castigo por recurrir a los instintos de la carne, sino que se podía encontrar la salvación si no sólo no se cae en los placeres, sino que se maltrate el cuerpo; es por ello que “(…) en las plazas las multitudes de flagelantes se herían después de un largo y llorado sermón predicando por in santo fraile. (…) y normaban la brutal actividad de maltratar el cuerpo para salvar el alma.” (Entre el cielo y el infierno. Cuerpo, religión y herejía en la Edad Media Tardía de Antonio Rubial García). Por otro lado, podemos leer algo de Petrarca en las penitencias de estos dos círculos del infierno ya que él adopta un ideal Platónico donde la finalidad moral del hombre es purificar el alma liberándola de las pasiones.
Para el Undécimo Canto los poetas continúan su descenso mientras Virgilio explica a Dante lo que hay en los círculos más profundos, iniciando por el Séptimo Círculo de la Violencia:
Ya establecidos los puntos anteriores es inevitable hacer las conexiones respecto a los pensamientos cristianos y filosóficos del Medievo y el Renacimiento, por lo que no los mencionaré de nuevo, sino que viraré el punto de atención al particular caso de la penitencia a los suicidas que se retoma más a detalle en el Decimotercer Canto, cuando Dante y Virgilio se internan en el Segundo Aro, el de los violentos contra sí mismos, es decir, los suicidas; aquí encuentro una idea bastante peculiar ya se internan en un bosque estéril donde los árboles y plantas son el nuevo cuerpo deformado de los suicidas, lo cual es descrito en el siguiente pasaje:
Traslado la penitencia del Segundo Aro del Séptimo Círculo del infierno a la idea de la Cristiandad en donde se plantea la Resurrección de la Carne, ya que se hace mención de que “El cuerpo rehecho tendría las cualidades de perfección o degradación que sería el reflejo del alma santificada o condenada” y es por estas ideologías que en la sociedad comenzaron a prestar atención en que debían sepultar a sus cadáveres en lugares sagrados, derecho que se le tenía negado a los pecadores convictos y confesos tales como los suicidas.
Como último círculo que comentaré, aunque no siendo el último Círculo del infierno, sino el más evidente a mi parecer, es el que se sitúa en el Decimocuarto Canto hacia el Tercer girón del Séptimo Círculo, en donde se encuentran los violentos contra Dios, contra la naturaleza y contra el arte. Es evidente que ir en contra de Dios era algo imperdonable para la iglesia, y como ejemplo ponemos al filósofo Giordano Bruno quien fue condenado a la hoguera por afirmar que el universo es infinito, lo cual elimina la idea de que existe un creador y anula el Génesis de la Biblia; además de que plantea la posibilidad de que la Tierra no sea el centro del universo, idea que es reprobada por la teología cristiana porque de ser así surgen preguntas que la iglesia se ha negado a tocar, como: ¿Por qué Dios vino a éste planeta de entre tantos que hay? o si es posible que haya dioses en otros universos; además de un sinfín de ideas y cuestionamientos que hacen que pasajes como el Apocalipsis de la Biblia pierdan todo su sentido. Sin duda las referencias y destellos de los pensamientos filosóficos medievales y renacentistas dentro de ésta obra son muy extensos y se necesitaría de una mayor extensión para abarcarlos todos, pero en el presente ensayo buscqué denotar quizá los más evidentes de ellos, los cuales se encuentran entre los paisajes y conversaciones que se dan a lo largo de una de las obras más representativas de la literatura italiana y universal.