El Caradura es uno de esos lugares de la CDMX que son de cajón si a buena música y a unos tragos nos referimos, pero yo siempre había encontrado la manera de esquivar esa visita porque, vamos, la Condesa es un lugar donde encuentras una chela en 80 pesos, y con eso puedo comprar dos caguamas y banquetear en mi casa.
Pero esa vez fue diferente, era un invitado y una de mis bandas favoritas se iba a presentar, era una de esas oportunidades que no podía dejar pasar. Para que entiendan mi euforia déjenme contarles un poco de mis épocas en la secundaria. Verán, una de las primeras bandas que escuché fueron Los Bunkers, fue ahí donde sentí el llamado del rock, sus canciones me acompañaron durante toda mi adolescencia, con ellas hice amigos y superé corazones rotos, en fin, ya se imaginarán lo importante que fue para mí.
La banda principal que se presentaría esa noche era Lanza Internacional. Desde la ruptura de Los Bunkers, y por consecuente de mi corazón, de los dos proyectos que emergieron, López y Lanza Internacional, ésta última, encabezada por los hermanos Durán, es la que a mi parecer suena más a lo que era mi parte favorita de Los Bunkers. Emoción, es todo lo que sentía en ese momento, como todo un maldito fanboy, de esos que matarían por ser escupidos por su artista favorito, así me sentía. En el cartel de esa noche había más bandas, pero no las conocía, así que, Caradura, ¡sorpréndeme!
El motivo del evento era una posada del programa Alarma de Reactor 105.7, el host era Rocker, el conductor de ese programa, un muchacho con una vibra bien chingona. Les juro que lo vi pasear por el bar y saludar a nosotros sus invitados, y créanme que te hacía sentir bienvenido, si fuste a parar ahí de pura casualidad hacía que te quedaras toda la noche.

Gracias a esta congestionada ciudad y a mi total falta de sentido del tiempo, llegué tarde a esa pequeña puerta de la Condesa. Saben, me encantan las luces, el cómo se puede jugar con ellas para crear espacios donde tomar el café, una cerveza, etc., Hace tiempo no recorría ese barrio de noche, es tan interesante ver como conviven en un mismo lugar diversas propuestas de comida, bebida y diversión en un mismo sitio, y todas se mezclan entre sí en una postal tan bella.
Ese mismo día en Plaza Condesa, Adán Jodorolosky tenía una presentación, así que las calles estaban llenas de gente, así es como debe estar la ciudad, tomada por snoobs, rockeros, punks, amantes de la comida y uno que otro despistado. Ahí estaba yo, a un cadenero de distancia de mis ídolos de la pubertad. La puesta del Caradura es pequeña, escondida entre los bares, es como si fuera un club secreto de los amantes del trago y la buena música. Al entrar te topas con un pasillo recubierto de lámina similar a la de los contenedores, al final una escalera blanca al puro estilo de las vecindades clásicas llena de ralladura y calcomanías, de esas que narran todas las historias que ahí han sucedido, y al final una cortina que anuncia la entrada a la noche que te está esperando.
El lugar es acogedor, con una estructura de metal a la vista, carteles de neón iluminan el lugar, al más puro estilo underground. La barra bien surtida de alcohol se destaca ya que es de lo primero que ves al entrar, después de la morra fresilla wannabe que te encuentras pero que te llevas en la mente hasta la llegada a tu casa por maldito pervertido.
Para los primerizos como yo es una sorpresa ver el escenario, a simple vista no lo distingues y es hasta el momento de apertura que se revela. Burdhel fue mi primera banda de la noche, como les mencioné no tenía expectativas de los grupos que se presentarían, pero Burdhel te hace entrar en modo fiestero, no son una banda que proponga algo que ya hayamos escuchado en otros lados, un rock movido que te hace mover el pie y que en algunas veces te empuja a pararte de tu silla.
Son un espectáculo en el escenario, en especial su vocalista, es todo un showman en la tarima, su energía en cada canción guía a los integrantes en cada canción. Agradables al oído y perfectos para un playlist pre-fiesta. Soy de los que el tiempo entre banda y banda se les hace eterno, resignado a gastar mi varito pedí mi primera chela de la noche. En realidad fue una cubeta, pero si ustedes no juzgan mi alcoholismo yo tampoco no lo haré.
Una de las frases que siempre te conseguirá nuevos amigos es “¿quieres un cigarro?”, pues, ¿cómo te puedes negar a algo tan sincero como un cigarro gratis?, yo se los diré, NO PUEDES. El área de fumadores es un pequeño cubo entre la barra y el baño, todos están ahí apretados, pero no es incómodo.
Cuando me di cuenta ya estaba en una conversación con la vocalista y baterista de Goodbye Sailor, un integrante de les voltar ,hablando de cómo se conocieron, el que hacen es sus días cotidianos, y yo tratando de parecer lo más normal de la vida, como si no los hubiera escuchado hace apenas unas horas en la computadora del trabajo. Atrás de mí todo Burdhel y si la morra fresilla wannabe que vi al entra, era la novia del guitarrista de burdhel, por algo me había gustado Ahí fue donde me di cuenta de la magia del Caradura, un lugar donde el vato que acaba de tocar se baja del escenario y está posteando a lado de ti. Donde músicos, fans, wannabes, conviven en un mismo cubo de fumadores, todos unidos por la música. Si bien estaba sorprendido por mi pequeña aventura en la zona de fumadores, necesitaba otra cerveza y contarles a mis compañeros de parranda lo que acababa de ser parte.

Fue ahí cuando pasó, donde mojé mis bragas de fanboy, mientras me dirigía a mi mesa me topé de frente con los hermanos Durán, así como lo leen. Sinceramente no sé qué paso, ahí estaba yo totalmente paralizado con mi cara de pendejo. Uno de los hermanos me miró a los ojos y como si me leyera la mirada solo asintió la cabeza como tratando de decir, “sí, soy yo”. Estaba tan emocionado pero a la vez tan nervioso que de mi boca sólo pudo salir “suerte al rato”, le toqué el hombro y salí corriendo de ahí, así de patético fue el asunto.
Mi corazón no dejaba de latir, cuando se abrió de nuevo esa cortina, ven les dije que el tiempo entre banda y banda se me hacía eterno. Alice True Colors, una banda de Yucatán, una banda que llena el escenario con teclados, sintetizadores, máquinas de humo y todo para un show inolvidable. Con un pop electrónico, muy bailable te transmite una corriente eléctrica que te hace saltar de la silla en el primer momento que suenan, una distorsión de su sonido que no se siente forzada hace de Alice una banda que te atrapa cuando la escuchas en vivo.
Quizás Alice True Colors no tienen un repertorio muy extenso, es una de esas propuestas que esperas ver con ansias en algún otro evento para que exploten el recinto con su energía electrónica tropical. La noche perfecta tenía que cerrar con una banda como lo es Lanza Internacional, con una alineación básica; una guitarra, un bajo, y una batería, suenan como el rock que nunca dejó de haber sonado. Con canciones como “Mala fama” y “Perna” llenaron de inmediato la pista y prendieron a sus espectadores, que al igual que yo no dejamos de corear cada estrofa.
Al tocar “Tomando el sol” es imposible no recordar a como sonaban los chilenos cuando estaban en Los Bunkers, pero con un cambio evidente que hace que el recuerdo pase a segundo plano y disfrutes de esta nueva etapa con Lanza Internacional. Caradura, me enamoraste en una sola noche, no sólo tu anfitrión y sus bandas hicieron de aquella peda una de las mejores, si no por todo lo que representas. Un lugar donde puedes toparte de la nada con tu músico favorito, donde puedes conocer a tu nueva banda favorita, y sí, donde la chela vale 80 varos, pero te incluye la mejor noche de tu perra vida. Pero no mames te juro que si dejas la indio en 40 varos, sí te sale.
Redacción: Gerardo Gúzman